4°A, SEMANA 12-SEÑO VALE.

 SEMANA 12

Prácticas del Lenguaje

Robin Hood

1) Lee el tercer capítulo de la novela.

3. Unos años después

Era un invierno cruel en los bosques de Sherwood. La nieve pesaba sobre las ramas desnudas y ni una hoja de hierba se asomaba por encima de la blanca manta de hielo.

El bosque señalaba el límite de las tierras que administraba el poderoso Guy de Gisborne. Entre los árboles apareció de pronto una figura temblorosa, apenas cubierta de andrajos; su piel se veía roja por las quemaduras del frío y sus pies heridos por las malezas del lugar. Era Sibald, el siervo, que, desorientado y débil, se internaba cada vez más en la profundidad del bosque. De pronto, un ruido lo detuvo. Una manada de ciervos se acercaba. Sibald se ocultó tras unos árboles y cuando los animales desprevenidos estuvieron cerca, surgió de repente con su arco preparado y disparó una flecha. Un cervatillo cayó y los demás huyeron mientras Sibald se acercaba a la víctima para rematarla con su cuchillo.

El hombre estaba hambriento y devoró como un perro el primer trozo de carne que arrancó de abajo del pellejo. Cuando, ya más calmado, empezó a elegir para cortar otras partes, sintió que alguien estaba cerca suyo. Se puso de pie de un salto, con el cuchillo ensangrentado en la mano, dispuesto a enfrentar a cualquiera que se le pusiese delante.

El recién llegado era un joven de cabellos rojizos, mirada clara y esbelta figura. Su espalda y sus músculos revelaban agilidad y fuerza. Sibald, de menor estatura, alzó sus ojos hasta encontrar los del joven, dispuesto a todo.

 —Deja el cuchillo, Sibald –dijo el hombre serenamente.

—Robin… ¡Robin de Locksley! –murmuró Sibald–. Amo Robin, tenía hambre.

—Y ganas de que te colgaran –replicó Robin–. Si un guardabosque encuentra el cuerpo del ciervo, te ahorcarán, Sibald.

—Morir en la cuerda o morir de hambre…, ¿qué más da? –gruñó Sibald–. Amo Robin: yo tengo esposa y dos hijos. Pero cuando comenzó el invierno, me enfermé, cosa que no le está permitida a un siervo, y Guy de Gisborne nos echó de nuestra choza. Dice Guy que un siervo que no trabaja no puede alojarse ni comer en sus tierras.

—Sé que Guy de Gisborne es un hombre cruel –repuso el joven Robin–. Pero quien caza un ciervo recibe como castigo la pena de muerte.

—¿Pena de muerte? ¡Mis hijos lloran de hambre y no tengo nada para darles de comer! Si me cuelgan, amo Robin, será con la barriga llena.

Un destello de pena se asomó a los ojos de Robin.

—¿Dónde está tu familia? –preguntó.

—Allí, en los huecos de unos árboles para soportar mejor el frío –respondió Sibald, señalando el lugar desde el que había venido.

—¿Vives en el bosque?

Sibald asintió:

—No es mucho peor que vivir siendo siervo de Guy. Azotes en la espalda y trabajar de la mañana a la noche recibiendo más azotes porque soy lerdo y no muy hábil, amo Robin.

La voz de Sibald se enronquecía de enojo a medida que hablaba y terminó diciendo con fiereza:

—¡No hay justicia para los sajones con estos perros normandos!

—Dices verdad, amigo –asintió Robin–. Pero ahora busca a tu familia y acércate a mi granja. Veremos qué puedo hacer por vosotros.

 —¿A tu granja, amo Robin? ¿Olvidas que he matado un ciervo? Una leve sonrisa iluminó el rostro de Robin.

—Alguna vez también a mí se me ha escapado una flecha cuando algún ciervo se acercó a comer de mis cosechas sin pedir permiso.

Trae a tu familia para que se abriguen al menos junto al ganado.

—Amo Robin –respondió Sibald con los ojos llenos de lágrimas de agradecimiento–. Bien dicen que tenéis el corazón más bondadoso del reino.

—¡Ven cuando quieras! –dijo Robin dando unos pasos para alejarse.

Atravesó el bosque hasta llegar a una sólida casa de madera, con graneros y establos que se hallaban a unas millas de distancia. Allí vivía Robin, en la propiedad que había heredado de su padre, una granja y doscientos acres de tierra que le permitían ser un hombre libre, aunque Guy de Gisborne intentara en vano arrojarlo de su vivienda y adueñarse de ella.

Las huellas de los pasos de Robin fueron quedando sobre la nieve marcando un camino que conducía directamente desde el cadáver del ciervo hasta la casa del joven. Esa tarde, el guardabosque pasó por el lugar y se detuvo a observar. Siguió las huellas hacia el bosque y llegó al pie de un olmo donde descubrió un montículo de nieve recientemente revuelta y sucia de sangre.

Despejó un poco la nieve con las manos y al hacerlo fueron quedando al descubierto un par de astas de ciervo. El guardabosque tiró de ellas y descubrió el cuerpo del animal que Sibald había ocultado allí.

—¡Ajá! –dijo para sí mismo–. Parece que Robin de Locksley ha estado practicando puntería. ¡Es una buena noticia para sir Guy! ¡Deberá premiarme por hacérselo saber!

El hombre echó sobre su espalda el cuerpo del ciervo y se dirigió hacia el gran castillo de piedra de Guy de Gisborne. La mansión se levantaba junto al antiguo foso que corría desde la Abadía de Santa María hasta Nottingham. Guy administraba las tierras de Santa María para Hugo de Rainault, el abad normando a quien se le había concedido autoridad sobre el lugar.

Guy de Gisborne era un hombre alto y de aspecto feroz, su tez se veía oscurecida por el sol y tenía en los labios un rasgo despectivo y burlón. Perseguía a los sajones con tanta fiereza y hacía asestar azotes tan duros sobre las espaldas de los siervos que hasta el mismo Hugo de Rainault solía protestar algunas veces contra su administrador.

El guardabosque entró hasta el vestíbulo del castillo con el cuerpo del ciervo sobre sus hombros. Al fondo de la sala, el mismo Guy de Gisborne calentaba sus manos acercándolas a los leños que ardían en la enorme chimenea. Se dio vuelta y, al ver el animal, rugió más que dijo:

—¿Quién ha hecho esto?

—¡Robin de Locksley, señor!

—¿Tienes pruebas, guardabosque?

—Suficientes, señor –respondió el hombre–, porque las huellas van desde el lugar donde enterró el ciervo hasta la propia puerta de su granja.

Guy sonrió levemente diciéndose a sí mismo que ya contaba con dos buenas razones para apresar a Robin y llevarlo ante la justicia: porque él mismo deseaba apropiarse de los doscientos acres de la granja de Locksley y porque acababa de matar un ciervo.

—¡Te aseguro –dijo en voz alta– que la granja de Locksley cambiará de dueño antes de que el sol alumbre la nieve de mañana!

Guy de Gisborne se puso su cota de malla y dio orden a sus hombres de que se prepararan.

2) Elegí una de las dos imágenes y representalas en tu cuaderno/ carpeta.


3) Registra las palabras resaltadas de amarillo en el cuaderno, (son 16 palabras).

4) Completa el siguiente cuadro. (Para recordar el significado de sílabas átonas y tónicas podés volver a ver el video).

Te dejo dos ejemplos para que te ayuden.


https://youtu.be/wJ-nKIKNJGE

PALABRAS

SEPARACIÓN EN SÍLABAS

SÍLABA TÓNICA

invierno

In- vier- no

vier

límite

Lí- mi- te

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

5) Registra las palabras resaltadas de celeste en el cuaderno, (son 28 palabras).

6) Ubica donde corresponda, dentro del siguiente cuadro, las 28 palabras del punto anterior.

AGUDAS

GRAVES

ESDRÚJULAS

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

7) Registra las palabras resaltadas de verde en el cuaderno, (son 26 palabras).

8) Ubica donde corresponda, dentro del siguiente cuadro, las 26 palabras del punto anterior.

SUSTANTIVOS

ADJETIVOS

VERBOS

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Matemática

Resta

1) Completar las bandas:

  •        - 5 (de a 5 para atrás)

75

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

220

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1500

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  •  -50 (de a 50 para atrás)

750

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

400

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

2475

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  •  -500 (de a 500 para atrás)

7500

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

17500

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

8010

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

3500

 

 

 

 

 

 

 

 

 

2) Pinta la cuenta y el resultado del mismo color, (necesitas 6 colores diferentes porque son 6 restas).

 

800-100

 

200

 

1000-100-10

 

500

 

410

 

425-15

 

1000-500

 

700

 

910-11

 

890

 

247-47

 

899

 3) Resuelve las siguientes cuentas de la siguiente manera: (realiza las cuentas y el cuadro en el cuaderno).

            327 – 114 = 213 

327

                                    -

114

213

                      


  •  627 - 412=
  • 1826 – 300=
  • 489 – 277=
  • 85 – 75=
  • 1928 – 1309=
  • 2708 – 1514=
  • 5329 – 2 043=
  • 9000 – 1111=
4) Registra en tu cuaderno:


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