6°A y 6°B - SEMANA 26-SEÑO ROSA






14/09/2020  -  SEMANA 26




Holaaaa chicos!! ¿Cómo están?!!!! ¡Espero que estén bien!!!!!!…Cuídense y no salgan de sus casas” … ¡Los quiero mucho!!!!…. Seño Rosa…


GRACIAS POR TODOS LOS SALUDOS, MENSAJES Y TARJETITAS DEL DÍA DEL MAESTRO


       ÁREA: PRÁCTICAS DEL LENGUAJE       AÑO: 6°A  y 6°B    
      DOCENTE: GAGLIANO ROSA.

·         CONTINUAMOS TRABAJANDO LA SECUENCIA DEL CUENTO: ¿QUIÉN MATÓ A LA MADRASTRA? :

        “La declaración de las hermanastras”.

ACTIVIDAD 4: NO TODO ES LO QUE PARECE    

               A)   COMPLETA QUÉ HIZO CADA UNA DE LAS CHICAS PARA QUE LE ENTRE EL ZAPATITO:
                           MALENA:

                           MALENITA:

A)      EN AMBOS CASOS, ¿QUÉ HIZO LA MADRE?

B)      ¿Y EL PRÍNCIPE?   

C)      LUEGO DE ESCUCHAR AMBAS DECLARACIONES, ¿QUÉ PIENSA FÁBULO?

D)      PERO EN EL MEDIO DE LA FIESTA ALGO LES SUCEDIÓ A MALENA Y A MALENITA. ESCRIBE CON TUS PALABRAS.

E)      ELLAS… ¿A QUIÉN CULPAN?



ACTIVIDAD 5:  TRABAJANDO EN LA DEFENSA   

A)      ¿QUÉ PIENSAS DE LO LEÍDO? ¿COINCIDES CON LAS HERMANASTRAS? ¿POR QUÉ?

B)      IMAGINA QUE ERES ABOGADO/A Y DEBES DEFENDER A UNO DE ELLOS:

      *PADRE DE CENICIENTA.

                     *HERMANASTRAS.

                F) PIENSA Y ESCRIBE QUÉ ELEMENTOS TENDRÍAS EN CUENTA PARA DEFENDERLO/AS Y POR QUÉ LO/S CONSIDERAS INOCENTES.

                G) ¿QUÉ OPINAS TÚ? FUNDAMENTA TU RESPUESTA, TUS ARGUMENTOS DE LA DEFENSA.

ACTIVIDAD 6:  REFLEXIÓN DEL LENGUAJE

A-      BUSCA LOS ANTÓNIMOS DE:

 (PARA TENER EN CUENTA, LOS ANTÓNIMOS SON LAS PALABRAS QUE TIENEN EL SIGNIFICADO OPUESTO O INVERSO AL DE OTRA PALABRA)

PADRE:
AMABLE:
NOCHE:
HERMOSAS:



LA SEGUNDA DECLARACIÓN:

                                          La declaración de las hermanastras”

   Cuando el padre de Hansel y Gretel fue acusado por abandonar a sus hijos en medio del bosque, el tipo se defendió echándola la culpa a su mujer (coincidentemente madrastra de los menores). El esposo del cadáver, padrastro de las hijas del cadáver y padre de la hijastra del cadáver hizo exactamente lo mismo: pateó la pelota hacia otro lado. Consciente de que tenía un motivo para matarla pero confiado en su coartada, no dudó un instante y echó un manto de sospecha sobre sus hijastras.
   Revisaba lo que tenía hasta el momento en mi libretita (¡Tampoco se me acaba la segunda carga de mostaza, qué increíble!, ¿no?), cuando oí golpes a la puerta de mi despacho.
   -Adelante –grité sin levantarme, pero nadie entró.
   Volví a gritar y nadie pasó. Fui a abrir y ahí estaban Malena y Malenita, las hermanastras de Cenicienta, hijas del cadáver e hijastras del esposo del cadáver.
   Tal cual su padrastro había dicho, eran hermosas (¿Quizás como las rosas, bellas, pero con espinas? ¿Quién sabe?), sin embargo andaban a los tumbos y perdidas. Es que cada una tenía vendado su pie izquierdo y además, ¡eran ciegas! Con razón no entraban y eso que tenían bastones blancos.
   -Es por aquí, miren bien dónde se sientan porque esto es un lío –quise ser amable y metí la gamba hasta la coronilla. Me lo hicieron saber con un mohín.
   -¡Terminemos con esto de una vez! –bramó Malena, la mayor.
   -Lo que nos faltaba: ¡sospechosas de la muerte de nuestra madre! –añadió Malenita.
   Ahí confirmé lo que me había dicho su padre: en los cuentos los lindos siempre son buenos, pero ahora veía que eso es puro cuento.
   -Vean dónde se sientan, señoritas –dije y otra vez metí la pata. Nuevamente me lo hicieron saber con un mohín.
   Malena y Malenita buscaron a tientas sillas y se sentaron. No demostraban querer ser amables conmigo, así que yo no lo fui con ellas. Ahí nomás les descerrajé la primera pregunta:
   -¿Quién de las dos es la asesina?
   -¡Asesina su abuela, su tía y sus sobrinos! –gritó Malena, mientras golpeaba su bastón blanco en el piso.
   -Baje el tonito y cuidado, no me raye el parqué.
   -Discúlpela –la justificó Malenita-. Está muy alterada.
   -Me imagino, no todos los días le matan a uno la madre –quise mostrarme humano (¡Qué mal me caía aquel par!).
   -No…no es eso –me corrigió Malenita-. Lo del asesinato solo vino a coronarla. Nuestro drama se remonta a dos semanas atrás: sepa que ninguna de las dos quiso ser princesa, ese era el deseo de mamá.
   -¡Entonces las obligó a asistir al famoso baile!
   -Claro. Yo tenía planes con mis amigas para esa noche y tuve que suspenderlos –explicó Malena.
   -Y yo estaba muerta de sueño. Pero nos emperifolló y nos mandó a Palacio de prepo. ¡Y guay de que le hubiéramos dicho que no!
   Yo, mientras anotaba, pensaba que ese no era motivo suficiente para eliminarla, aunque con esas dos no se podía estar seguro.
   -Ya sé lo que piensa –me dijo Malenita golpeándome el pecho con su bastón-. Que ese no era motivo suficiente para eliminarla, aunque con nosotras dos no se puede estar seguro.
   -¡Me leyó la mente!
   Malenita dibujó una sonrisa fría. Su rostro adoptó un gesto cruel. Su cuerpo se tensó como una horca. Y entonces, dijo:
   -Si tuviera que elegir a quien matar, señor detective, no hubiera dudado en asesinar a Cenicienta, esa…
   -Y si no lo hacía ella, yo lo hubiera hecho –agregó su hermana sin que le temblara la voz.
   -Muchachas, les sacó el novio. ¿Por eso la van a matar? Además, acepten que desde chicas le vienen haciendo la vida imposible. Se las debía.
   -Es verdad, nunca nos entendimos. Desde el momento en que la vimos jugar con ratones y palomas, supe que seríamos rivales –se justificó Malenita-. Pero por culpa de ella quedamos tullidas y ciegas.
   -No entiendo.
    Malena se dispuso a relatar: -Cuando en el reino se difundió la noticia de que el Príncipe iba casa por casa probándole ese maldito zapatito dorado que la muy… dejó cuando se le hicieron las doce de la noche, mi madre nos mandó a lavar el pie.
   -¿Y por eso la mataron?
   -Déjeme seguir –me ordenó y volvió a rayar el parqué con el bastón-. Cuando el Príncipe y sus lacayos llegaron a casa, yo fui la primera en probármelo. Como mamá sabía que el zapatito no era mío, me mandó a ponérmelo en mi recámara. Por supuesto que no me entraba porque era 24 y yo calzo 40.
   -¿40?
   -¡Sí! ¿Y qué?
   -No hay nada de malo con eso. Mi abuelita usaba zapatillas 45 –dije para calmarla. Y no mentí: abuelita tenía pies de basquetbolista.
   -El problema era el dedo gordo –dijo Malena-. Mi madre, que no quería perder la oportunidad de tener una hija princesa, me pasó un cuchillo y me dijo: Cortate ya mismo ese dedo.
   -¿Y usted no se negó?
   -Sí, pero me convenció con el pretexto de que cuando fuera princesa no iba a necesitar caminar. Me corté el dedo y el zapato me entró.
   -¿Y el Príncipe se la creyó?
   -Será de sangre azul, pero ese gil no ve más allá de su nariz.
   Quedó convencido de que yo era la que buscaba, me subió a su caballo y partimos a Palacio. Pero en medio del viaje notó que me salía sangre del pie y volvimos a casa.
   -Entonces fue mi turno –interrumpió Malenita-. Me encerré en mi cuarto y por más que intenté, el pie era muy grande para ese condenado zapatito. El problema era que soy de talón ancho. Mi madre, desesperada, me pasó el cuchillo y me ordenó que me lo rebanara. ¡Usted no sabe lo que duele eso! Pero, el zapato me anduvo justo.
   -¿Y otra vez volvió a caer el Príncipe?
   -Ajá. El idiota creyó que la chica indicada era yo, me montó al caballo y nos fuimos. Pero, como era de esperar, sangraba de lo lindo y eso lo alertó del engaño.
   -No fuimos presas porque en ese momento nuestro padrastro sacó el ánimo que nunca tuvo y dijo que aún debían probárselo a Cenicienta, que la teníamos encerrada en la cocina –explicó la hermana mayor-. Y bue, usted ya sabe el final, el zapatito resultó ser de esa… y aquí nos tiene.
   Debo confesar que a esa altura agradecí haber anotado todo en mi libretita (¡Qué increíble es!, ¿verdad?), sino nadie me creería. Aquellas chicas eran unas cínicas o el cuento de Cenicienta se parecía a una película de terror. Ambas tenían un motivo para eliminar a su madre y si les dábamos tiempo, seguirían con su hermanastra. Pero, ¿si eran las asesinas se dejarían tan al descubierto? Lo dudo. No sé. ¿Quién sabe? Tal vez. Por eso, pasé a la pregunta crucial:
   -¿Dónde estaban cuando ocurrió el asesinato?
   Malena fue la que habló:
   -Mientras los demás celebraban el casamiento de nuestra hermanastra, esa… -se contuvo y siguió-, fuimos víctimas de un ataque animal.
   -¿Las mordió un perro?
   -Ojalá, con una vacuna nos hubiera alcanzado, pero ahora estamos condenadas.
   -Explíquese –ordené con la salchicha amostazada presta a dejar en verde cada tétrico detalle sobre mi libretita (¡Grande, libretita nomás!).
   Malenita fue la que explicó:
   Mientras los demás brindaban, nosotras veíamos todo con ganas de acogotar a…
   -¿A quién?
   -¡A Cenicienta! –gritaron a la vez-. ¡Esaaaa…!
   Ambas tomaron aire para calmarse y Malenita continuó:
   -Los demás meta chin chin, chocando copas, cuando vaya una a saber de dónde, aparecieron como treinta palomas…
   -¿Y?
   -¡Nos atacaron a picotazos, las muy…!
   -Corrimos al interior de Palacio, pero nos seguían –relató horrorizada, reviviendo aquel momento de espanto-. Lograron arrinconarnos en un recodo y mientras una me arrancó los ojos a mí, otra se los picoteó a ella.
   -En ese momento, nos avisaron que mamá estaba muerta –añadió Malena-. ¿Usted cree que estábamos como para matarla?
   Sinceramente no, pero no podía decírselos. No confiaba en nadie, menos en ellas.
   -Por eso, supuestamente, dejaron el jardín. ¿Y en quién pondrían los ojos? –pregunté sin pensar y nuevamente metí la pata.
   -En Cenicienta –dijeron a dúo (¿A quiénes venía a preguntarles eso? A veces soy muy inocente).
   Pero tenían razón: ella se había quedado con el Príncipe, las hermanastras habían recibido su castigo a manos (o picos) de las palomas y la madrastra también merecía lo suyo.
   Luego de ayudarlas a salir de la Central y subirlas a un taxi, regresé a mi oficina justito cuando mi jefe me llamaba por teléfono.
   -¿Y?... ¿Has avanzado?
   -Un poco más.
   -¿Qué averiguaste?
   -Que las hijas tenían un motivo, pero también tienen flor de coartada.
   -¡Rayos! Y justo el viernes me jubilo…

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